Hasta hace algunos años era impensable tener aparatos y cosas conectadas a través de internet como televisiones y bocinas. Además, no se podía concebir la idea de recibir vía celular un aviso de cuándo tus hijos invitan a sus amigos a la casa; o bien apagar a distancia las luces de la casa o las perillas de la estufa. Recién ya es posible programar la carga eléctrica de un automóvil inteligente y sincronizar, desde el contenedor, los horarios y días específicos en que debe pasar el camión por los residuos de basura.
Este escenario es posible gracias al internet de las cosas (IoT), ya que actualmente no sólo se pueden conectar objetos, dispositivos y sensores, sino también enlazar entornos, tanto públicos como privados, y hasta ciudades de manera inteligente a nivel mundial.
En este contexto, las smart cities son creadas para hacer más sencilla la vida del individuo. Para 2019, los especialistas vislumbran un crecimiento considerable en las aplicaciones de ciudades inteligentes y los proyectos de infraestructura. De acuerdo con la consultora Gartner, para 2020 se prevé que habrá más de 20 mil millones de dispositivos IoT.
No obstante, las empresas aún desconocen los múltiples beneficios que trae el loT, por lo que los expertos en el tema consideran que la cantidad de dispositivos sólo se incrementará conforme las compañías conozcan realmente las ventajas de esta tecnología.
Otro de los retos que enfrentan las ciudades inteligentes es la seguridad en el manejo, almacenamiento y gestión de la información. La confidencialidad y la integridad de quienes forman el ecosistema de las smart cities (gobiernos, empresas, proveedores de tecnología, fabricantes de dispositivos, proveedores de energía y proveedores de servicios de red) son fundamentales dentro del todo conectado.
De acuerdo con la asociación global BICSI, antes de que una ciudad llegue a ser totalmente llamada inteligente tiene que ser sustentable, inteligente y digital. Este organismo calcula que para el 2030, México contará con 240 smart cities.
Ecosistemas conectados
A través de las TI, las redes inalámbricas, la nube y el IoT es posible gestionar datos en tiempo real. El enlace de esta operación es un smartphone o un dispositivo móvil que permite al individuo interactuar en un ecosistema en donde los gobiernos locales y las empresas pueden pagar servicios públicos. De esta manera, el individuo toma mejores decisiones, simplifica trámites burocráticos y mejora su calidad de vida.
Dichos ecosistemas tienen como objetivo crear una mejor urbanización y eficientar la movilidad en las grandes ciudades. Se pronostica que para 2050, el 66% de las personas del mundo vivirá en ciudades. En ese sentido, es clave contar con metrópolis sostenibles de manera ambiental, social y económica.
Desde la nube y el internet de las cosas, un simple alumbrado público puede convertirse en toda una plataforma de iluminación inteligente. En dichas plataformas ya se prevé la seguridad de las urbes a través de tecnología de videovigilancia que, por medio del poder de los datos, mantendrá vigilada las calles.
Lo anterior no sería posible sin la evolución de los sensores, los cuales cada vez más detectarán una gama más amplia de situaciones y eventos. Gartner prevé que para 2023 habrá chips especializados que disminuirán el consumo de energía con funciones como el análisis de datos y el reconocimiento de voz.
El camino hacia las urbes inteligentes
Con el uso de la tecnología, ya se habla del creciente desarrollo de un turismo inteligente que promueve mayor interacción entre el viajero con el destino turístico, y además se genera una comunidad en internet y redes sociales con opiniones de otros turistas. Este sector tiene el desafío de implementar estrategias enfocadas al uso de sistemas como la utilización de lentes de realidad virtual, alumbrados con tecnología LED y la difusión de espacios más seguros e inmersivos.
El sector salud también se verá favorecido, ya que, por medio de sensores instalados en las casas, se podrá monitorear y vigilar a los adultos mayores, proporcionando un sistema de comunicación en apoyo de los cuidadores profesionales de la salud.
En materia logística, la distribución urbana es una opción para el fomento de la inteligencia de las urbes con entregas a tiempo, aplicaciones para alertas y rutas alternativas a través de vehículos más pequeños, incluso con bicicletas ecológicas y scooters eléctricos. En México desde hace un par de años empresas de mensajería como Estafeta decidieron apostar por estas unidades verdes con recorridos específicos en zonas con alta congestión vehicular.
A nivel internacional también hay casos de éxito. Cascais es una aldea localizada en Portugal que cuenta con un centro de control y gestión de servicios públicos como alumbrado, residuos, energía, policía, entre otros. La administración de sus espacios se hace de manera holística y permite una comunicación y conexión abierta, a bajo costo y de grandes alcances.
Este tipo de conexión es aprovechada por la ciudad Copenhague, Dinamarca, quien en su colaboración con el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), desarrolló un sistema de bicicleta inteligente con sensores que otorgan información en tiempo real, tanto al usuario como a los administradores. Una vez que generados los datos, éstos son compartidos para administrar la calidad del aire y la congestión del tránsito.
En Estados Unidos también existen smart cities como Seattle y San Francisco, ambas poseen centros de innovación privados y municipales dedicados al desarrollo y crecimiento de sus entornos. En Seattle se mide, incluso, el nivel de felicidad de sus habitantes, que es un elemento característico dentro del esquema de las ciudades inteligentes; mientras que en San Francisco existen cerca de 300 edificios LEED, certificación de construcciones sostenibles desarrollada por el US Green Building Council.
La ciencia ficción se ha visto superada por la realidad. Estas ciudades futuristas y tecnológicas de películas como Volver Al Futuro con personajes como Marty McFly, son hoy una realidad. De su inversión en ellas dependerá su crecimiento.
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